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viernes, 15 de julio de 2016

El recuerdo del dolor




Por Jean Vidal:

Era exactamente las 7:32 PM, lo pude comprobar en el reloj de mano que llevaba en la muñeca izquierda. Aquel era un reloj bastante peculiar. Tenía manecillas muy finales, lo que me hizo pensar en lo difícil que habría sido ensamblar cada una de las piezas si hubiese sido reparado en algún momento. Además de ello, tenía una correa de cuero con las iniciales S.S. probablemente se trataba de mi nombre. Por otro lado, el reloj tenía un aspecto antiguo; este parecía haber sido utilizado por varios años, probablemente había sido reparado un par de veces a juzgar por las marcas que tenía en la cobertura metálica que protegía su interior.
Me quedé observando el reloj por un momento. Me detuve a contemplar su movimiento lento y armónico. Entonces me dio la impresión de que la vida útil del reloj había llegado a su fin. Creí que las manecillas dejarían de moverse o eso fue lo que sentí. Cada segundo que transcurría podía ser el último tic tac; el último aliento de vida. Pude sentir segundo a segundo cómo iba perdiendo fuerza, cómo iba muriendo y cómo luchaba por seguir en movimiento aunque sea una vez más. Luego de unos minutos de lenta agonía finalmente se había detenido.
Permanecí inmóvil por un instante. No podría decir cuánto tiempo con exactitud, pero me pareció que transcurrieron algunas horas. Pronto comencé a sentir un dolor apabullante que se extendía desde las piernas hasta la cabeza. Sentí como si me golpearan con un bate de beisbol cual piñata de cumpleaños; sin embargo, yo estaba solo. Entre todos los dolores que sentía pude identificar uno proveniente desde mi interior; probablemente se trataba del corazón.
Los dolores comenzaron a disiparse y comencé a recuperar el control de mis extremidades. Primero fui capaz de mover mis brazos, luego mis piernas y finalmente la cabeza. Recuperé la sensibilidad de mis extremidades por completo y me di cuenta que estaba acostado. Yacía sobre el asfalto de una calle cuyo nombre no puedo recordar. Entonces, decidí ponerme de pie y dar algunos pasos. Quizás así comprendería por qué había decidido permanecer acostado.
Intenté pararme, pero tuve algunas dificultades. En primer lugar, me encontraba un poco mareado y no conseguí mantener el equilibrio. Además, estaba completamente exhausto, como si no hubiera dormido en un par de días. Esto, sumado al hecho de que cada vez que intentaba ponerme de pie los dolores corporales volvían a emerger. Finalmente, luego de varios intentos conseguí pararme y comencé a ver a mi alrededor en búsqueda de algo familiar, pero fracasé.
-¿En dónde estoy? –me pregunté en voz alta.
El lugar en donde me hallaba era un área residencial en donde las construcciones no tenían más de dos pisos. Pude ver muchas casas con decoración brillante, los jardines estaban llenos de luces que contrastaban muy bien con la poca iluminación de las calles. Quedé asombrado con el espectáculo y me pregunté si todo aquello tenía algún significado, o si simplemente todos habían acordado utilizar ese tipo de iluminación. Mientras observaba las hermosas luces de los jardines pude notar que estaba caminando cada vez más rápido, como si mis piernas se movieran por su cuenta y algo dentro de mí me dijera “¡Muévete idiota!”. Decidí hacerle caso a mis impulsos, a fin de  cuentas no tenía planeado dirigirme a un lugar en específico. Aunque debo decir que sentí algo de tristeza mientras me alejaba.
Caminé por varios minutos con bastante prisa y estaba por cruzar un parque cuando una mujer apareció. Se acercó con un rostro que mostraba gran preocupación y se dirigió hacia mí.
-¿Se encuentra bien? –preguntó
-Sí, estoy bien; aunque un poco perdido –respondí.
-Se lo pregunto porque parece que se hizo una herida en la cabeza y está sangrando.
Coloqué mi mano sobre mi cabeza para corroborar lo que ella me decía y efectivamente estaba sangrando.
-Todo indica que usted no sabía nada acerca de esa herida. ¿Cómo es eso posible? Con esa herida cualquier persona estaría retorciéndose de dolor –dijo ella.
-Yo... –no entendía lo que estaba ocurriendo.
-Venga conmigo, le curaré esa herida. No puedo dejar que se marche en ese estado.
-Le agradezco.
Me sentía muy confundido en ese momento. Sin embargo, aquella mujer parecía muy amable y me hizo sentir confianza. Por ello, decidí seguirla hasta su casa.
-Mi nombre es Gaya, he vivido en este lugar toda mi vida. Solía vivir con mis padres, pero ellos fallecieron hace unos meses. Ahora vivo sola y trabajo de mesera en aquella cafetería que está en la esquina –se mantuvo en silencio mientras la observaba- Ahora es su turno, ¿cuál es su nombre?
-Yo... –estuve en silencio por unos segundos- No lo sé.
-¿Cómo que no lo sabe?
-Es que, no lo recuerdo.
Ella comenzó a examinarme con su mirada, parecía que desconfiaba de mí o quizás de lo que le decía.
-¿Sabe que día es hoy?
Lo pensé un momento y respondí.
-No...
-¡Vaya! Así que estoy frente a un caso de amnesia. Dígame, por favor, ¿recuerda alguna cosa? Por ejemplo, el lugar en donde usted vive, alguna dirección o el nombre de alguien a quien conozca...
-Lo siento, pero no puedo recordar nada. Solo sé que me encontraba acostado en la calzada y que este reloj ya no funciona –dije mientras señalaba el reloj de mano.
-Entiendo. Parece que será difícil que encontremos a alguien que lo reconozca, pero por lo menos deje que le ayude. Allí es donde vivo –dijo mientras señalaba una casa con paredes blancas. Esa casa era la única que no tenía luces en el jardín.
-Nuevamente se lo agradezco.
-No se preocupe, a la gente perdida se le debe ayudar a encontrar su camino.
-Permítame que le haga una pregunta. ¿Por qué su casa no tiene luces en el jardín? Es decir, me parece extraño que todas las casas tengan luces tan brillantes, pero la suya no tiene nada.
-¡Ah! Aquellas son luces navideñas. Quizás no lo sepa, pero hoy es navidad; hoy se celebra el nacimiento de Jesús y por eso todos los vecinos han puesto ese tipo de decoración.
-Entiendo.
-Y... yo no he decorado el jardín porque era a mi padre quien se encargaba de eso y yo no sé cómo hacerlo.
Al llegar a su casa abrió la puerta lentamente y me invitó a pasar. En seguida me alcanzó una silla de madera muy cómoda en la que me senté mientras ella curaba la herida de mi cabeza.
-Es muy probable que se haya golpeado la cabeza con algo y eso haya provocado que perdiera la memoria.
-No lo sé... ahora mismo no consigo recordar nada. Incluso cuando lo intento.
-No se preocupe, los recuerdos llegarán poco a poco. Ya verá –se mostró entusiasmada.
De cierta forma me agradaba que me diera esperanzas.
-¿Sabe qué? –dijo- le tocaré algo para que se relaje. Si tenemos suerte podrá recordar alguna cosa.
Ella se dirigió hacia alguna de las habitaciones y luego de unos minutos volvió con un violín en la mano. Se sentó a mi lado y colocó el instrumento sobre su hombro izquierdo.
-Yo le solía tocar esta canción a mis padres. Creo que te gustará. –dijo antes de empezar a tocar.
La canción que Gaya tocaba era sin duda hermosa. Mientras la escuchaba podía sentir como si mi cuerpo se elevara varios metros sobre el suelo y como si fuera capaz de volar a voluntad. En ese momento algunas imágenes aparecieron en mi mente. Pude ver a una mujer en el suelo, que parecía retorcerse por algún motivo. También pude ver parque por el que estuve a punto de cruzar hacía unos minutos.
-¿Hola? ¿Hola? –escuché una voz y abrí los ojos inmediatamente. –parece que te habías quedado dormido, lamento que mi canción te haya aburrido.
-Discúlpame, creo que me dormí porque estaba cansado. Tu canción fue hermosa, lo digo en serio.
-No hay problema –dijo ella.
Estuve pensando por un instante en las imágenes que había visto durante mi sueño.
-¿En qué piensas? –preguntó Gaya.
-Lo que pasa tuve un sueño. Tan solo fueron imágenes, pero sentí desesperación y tristeza. En el sueño pude ver a una mujer que se retorcía de dolor, ella se encontraba sobre una cama y había mucho ruido. Luego también apareció la imagen del parque en donde nos encontramos hace un rato.
-¿Y crees que eso tiene que ver con algún recuerdo?
-No lo sé. Pero me gustaría averiguarlo.
-Quizás podemos ir al parque. He oído que ir a lugares en donde has estado antes estimula la memoria en personas que tienen amnesia.
-Está bien.
-Aunque primero deja que te ponga esta venda en la cabeza. Así evitaremos que sigas sangrando.
-Creo que se coloca así –dije mientras tomé la venda y me la envolví en la cabeza.
-Lo siento, es que no soy una experta y tampoco he curado muchas heridas en mi vida.
Nos dirigimos hacia el parque en donde nos habíamos encontrado hacía un par de horas y estuvimos charlando un rato. Ella hablaba sobre sus padres y lo mucho que los extrañaba. Sentí mucha pena por ella porque había perdido a su familia de golpe en un terrible accidente de tránsito. Yo no podía entender por completo su dolor; no tenía recuerdos acerca de mis familiares y por lo tanto, no podía imaginar el dolor que representaría que los perdiera. Me sentí impotente e inútil, pero seguí escuchándola.
Mientras ella me narraba su historia comencé a observar el parque y me percaté que había un auto de policía aparcado en una esquina. No me llamaba mucho la atención, sin embargo, había algo que me hacía mantener la mirada sobre él. Poco a poco fui enfocando mi mirada en una sola cosa: en las luces de la sirena. Fue entonces que un policía se subió al auto y encendió las luces que me cegaron por unos instantes. Gaya me preguntó qué me ocurría y le dije.
-He estado en una tienda de medicamentos hace muy poco tiempo.
-¿Te refieres a una farmacia? –preguntó.
-Eso creo –dije con tono bajo.
-Conozco una que no está muy lejos de aquí. Si quieres podemos ir a ver.
-Está bien, vamos.
Nos dirigimos hacia una farmacia pequeña que se encontraba como a cinco cuadras del parque. Me comencé a sentir muy ansioso y creí que podría recordar alguna cosa; así que a la vez me sentía entusiasmado.
Al llegar, vimos que la farmacia estaba cerrada y me sentí decepcionado porque nada de lo que veía me hacía recordar alguna cosa.
-No te preocupes –dijo Gaya- yo conozco a la persona que trabaja en esta farmacia, probablemente pueda llamarlo, pero primero tendría que ir a mi casa y buscar mi teléfono celular. Tú puedes quedarte aquí mientras tanto. Además, podría ser que recuerdes alguna cosa.
-Muchas gracias Gaya, en verdad me estás ayudando mucho y tampoco estoy seguro si en realidad recordaré algo. Te esperaré.
-Muy bien, vuelvo pronto.
Me quedé mirando a Gaya mientras se alejaba. Sentí que era una muy buena persona y que no merecía que la vida la tratara tan mal. Ella había perdido a sus padres hacía poco tiempo, pero ella no estaba deprimida y parecía tener una visión muy positiva de la vida.
Una vez que desapareció al girar la esquina, comencé a observar la farmacia. No había forma de que pudiese entrar, pero pensé que si me acercaba podría ver algo a través de la ventana. Al acercarme tuve la sensación de que en efecto, había estado allí. Coloqué mi mano sobre el vidrio y pude recodar.
-He estado aquí antes. ¡Vine a la farmacia a comprar una jeringa! –grité.
Aún no lograba recordar todo, pero cada vez que decía algo en voz alta aparecían recuerdos ante mis ojos.
-¡Sarah! –grité con todas mis fuerzas.
Cuando los recuerdos volvieron a mi mente no podía creerlo. Me sentí tan culpable por haber olvidado a mi esposa Sarah. Ella había estado cenando conmigo antes de la celebración de navidad. Sin embargo, uno de nuestros vecinos había estado golpeando un panal de abejas durante la tarde y luego se había ido a celebrar navidad con sus padres según nos contó. Mi esposa era alérgica a la picadura de las abejas, pero creímos que no habría problema porque no habíamos visto abejas en ese panal desde hace muchos meses. Pero nos equivocamos. Durante la cena, una de las abejas logró entrar en nuestra casa y se acercó al cuello de Sarah e incrustó su aguijón en una de sus venas. Ella cayó al suelo por el susto que se llevó y le ayudé a retirar el aguijón de su piel. Sin embargo, estaba muy preocupado porque no sabría qué tipo de reacción tendría en su cuerpo. Inicialmente, apareció una roncha alrededor de la herida y seguimos con nuestra cena. No obstante, al cabo de unos minutos ella comenzó a ahogarse. Volvió a caer al suelo y me pedía ayuda. Aparentemente tenía un ataque anafiláctico, que es una reacción alérgica generalizada en donde la vida de una persona está en grave peligro.
Yo era practicante de medicina en un hospital del estado y sabía muy bien que solo tenía entre 10-15 minutos para aplicarle una inyección de epinefrina en el muslo a mi esposa. Si no lograba hacerlo en ese tiempo ella moriría.
Fui en búsqueda de epinefrina al botiquín de mi casa; tenía una pequeña botella para casos como el que enfrentaba. Sin embargo, la última jeringa que tenía en casa la había utilizado para colocarle una inyección a una vecina. Fue entonces que me desesperé, acosté a Sarah en la cama y fui corriendo hacia la farmacia más cercana.
No podía recordar más, pero mis ojos estaban humedecidos. Estaba llorando y sentí tanta rabia, tanto odio hacia mí mismo por no haber llegado a casa al instante. Tenía muchas ganas de verla y solo esperaba un milagro. Vi por última vez la farmacia y golpeé sus paredes con todas mis fuerzas. Probablemente me había lastimado las manos, pero no me importaba.
En medio del llanto incesante y la desesperación corrí con todas mis fuerzas en dirección a casa. Las lágrimas herían mis ojos y se hacía difícil mantenerlos abiertos. Aún así, no me detendría, porque mi esposa era mucho más importante que cualquier dolor que pudiese sentir en ese momento. Corría y apenas podía distinguir el camino, pero estaba seguro que si seguía adelante pronto me encontraría frente a la puerta de mi casa.
Nunca había corrido a tanta velocidad en mi vida, parecía que pronto llegaría a mi destino; pero en ese momento pude ver algo en el suelo con el rabillo del ojo; mi limitada visión producto de las lágrimas no me permitía ver bien. Se trataba de la jeringa que estaba llevando a casa para aplicarle una inyección de epinefrina a mi esposa. Actué sin mucha deliberación por la inquietud y seguí corriendo. Además, en ese instante ya no importaba la inyección. Había pasado mucho tiempo y probablemente mi esposa estaba muerta. Yo solo quería llegar a casa.
¿Qué hacía la jeringa en el suelo? –pensé- si se suponía que yo lo estaba llevando a casa para salvar a mi esposa. Y como un disparo a la cabeza, el resto de los recuerdos habían vuelto a mi memoria.
Recordé que la jeringa había caído al suelo mientras corría y mi mirada siguió su trayectoria durante todo momento. Por ese motivo, no pude percatarme que uno de los letreros que indica la calle, había sido mal colocado sobre la vereda; y mi cabeza chocó a gran velocidad contra él. No supe nada más hasta que desperté a las 7:32PM.
Sabía que me encontraba en una situación desfavorable. No deseaba abrir los ojos por nada del mundo. Pero lo hice; y en ese momento pude verlo nuevamente. Frente a mis ojos, a unos pocos centrímetros de mi rostro, pude ver aquel letrero. Quizás el destino me había jugado una mala pasada, pero de nada servía lamentarse. Así, que con un último aliento pude decir “Perdón”. Las luces volvieron a apagarse por algún tiempo, y esta vez el reloj no me daría la hora al despertar…
Algo adolorido y con mucha dificultad pude moverme en el suelo. Puse mis manos en mi cabeza por el dolor incesante y logré sentarme sobre la pista. Alcé mi mirada y pude ver muchas luces en el cielo. El espectáculo navideño de fuegos artificiales había iniciado. Bajé la mirada y solo atiné a decir.
-¿En dónde estoy?

FIN












martes, 28 de junio de 2016

Su parálisis de sueño




Por Katherine López Cuadros



Estaba a punto de conciliar el sueño cuando de pronto empezó a sentir como esa desesperante inmovilidad se volvía a apoderar de su cuerpo. ¡No! ¿Por qué? Hace tanto que no pasaba esto –pensó.
Esta situación era muy común en el pasado, pues le sucedía casi todas las noches y a veces también en los amaneceres y desapareció de repente para no volver nunca más. Pero no fue así, había vuelto, otra vez.
Normalmente, sus episodios consistían en que ella se hallase echada en su cama como cualquier otra noche sin poder moverse y sin poder articular ni una sola palabra otra vez. Siempre con la esperanza de que la siguiente noche sea una de esas pocas y atesoradas noches en donde su cuerpo le respondiera, en donde no lo viera a él ni a su vacía y escalofriante mirada. Hizo lo de siempre aguantar la respiración, pujar y tratar de sacudir todas las partes que le respondiera su cuerpo. En cuanto sintió que esa presión se había ido al fin se dispuso a abrir los ojos. Todo volvió a la normalidad ahora llegaba la hora de decidir sí volver a dormir o sí quedarse despierta de lo que queda de la noche.
Por qué no recurrió a un médico o alguien para curarse, cómo es que se inició este asunto, cuál será la causa de su resurgimiento. Aún recuerda la primera vez que sintió esa desesperante inmovilidad, en medio de una tranquila noche ella se encontraba durmiendo en su habitación y, en cuanto decidió acomodarse en otra posición para seguir durmiendo, sintió que su cuerpo no le respondía, al hallarse en dicha situación se dispuso a abrir los ojos, ya que era la única parte que menos le pesaba de su cuerpo, en cuanto lo hizo pudo divisar la silueta de un humanoide, el cual no se le distinguía con claridad.
Mientras examinaba más la figura del humanoide llegó a sus cuencas oculares las cuales se distinguían por las dos luces, tan pequeñas como foquitos de navidad, que se situaban en donde deberían estar sus ojos. Al tan solo llegar a verlos ella podía sentirse intimidada e indefensa. Intentó zafarse de él, pues él estaba encima de ella colocando todo su peso. Poco a poco podía recobrar la movilidad del pie derecho y de casi todos sus dedos, pero a pesar de ello él no desaparecía ni se hacía más liviano, por lo que continúo pujando, para zafarse, con todas sus fuerzas hasta que al fin lo logró.
Se despertó desesperadamente e intento asimilar todo lo ocurrido. Sin entender qué fue lo que le sucedió en realidad hizo lo que cualquier humano suele hacer ante situaciones conocidas, clasificarlo con un sentido “místico”, en este caso, seguido por una antítesis de darle un sentido lógico a la situación. Su conclusión fue la de que vivió una simple e intensa pesadilla; era lo mejor que tenía por ahora y por ser la primera y, según sus esperanzas, única vez no le tomó importancia alguna. Sin embargo, ese fue el comienzo de todo, desde esa noche la situación se volvió cotidiana.
Hubo un tiempo en el que tomaba café para mantenerse despierta, pero no daba resultados. Después de tantas parálisis, ella aprendió a manejar la situación, cada vez que sucedía sabía que tenía que hacer, uno, no abrir los ojos, para no ver a aquella “alucinación”, según ella, en forma de humanoide, dos, sacudirse lo más que podía y tres, pujar y respirar hondo.
Al cabo de un tiempo de afrontar la situación, la cantidad de parálisis que ella tenía fue descendiendo progresivamente hasta desaparecer. Por lo tanto, ella pensó que solo fue un fenómeno que se causó por alguna crisis, por estrés, o algo parecido, pues esas eran las causas, según internet.
Sin embargo, tiempo después, este “fenómeno” volvió a manifestarse, por lo que decidió ir al médico de una buena vez.
Este le preguntaba cosas como “¿suele hace ejercicio?” “¿a qué hora sueles hacerlo?” “¿consume café?” “¿duerme a sus horas?” en un tono curioso.
A lo que ella solo respondía sí, suelo hacer ejercicio en la noche, también consumo café y por lo general duermo 6 horas o a veces menos, sobre todo con esto de las parálisis – dijo segura, pero exhausta a la vez.
Bueno – dijo firme el doctor – la mayoría de esas actividades son las causantes de los episodios de parálisis de sueño que has experimentado.
¿Qué? ¿Es en serio doctor? – dijo impresionada
Pero… ¿qué no hacer ejercicios es bueno? – preguntó confundida y algo incrédula la joven a la respuesta que había recibido
Pues sí, pero en tu caso, y en el de muchos, no antes de dormir, lo mismo con el café – respondió el médico.
Bueno eso es todo solo siga al pie de la letra las indicaciones y no volverá a tener episodios de parálisis del sueño de manera continua, probablemente, nunca más –  concreto el médico.
Sí, gracias doctor – respondió algo tímida la joven.
Al poco tiempo, la joven había seguido al pie de la letra las indicaciones y se cumplió lo que el médico le había dicho aquella vez en la consulta. Ya no había tenido ningún episodio de la parálisis del sueño. Sin embargo, por alguna extraña razón, no se sentía satisfecha o tranquila con que ya no tuviera más episodios como los que tenía acostumbrado tener. Solo se sentía frustrada, desganada e impotente.
Eran las 9 pm en el reloj y ella sujetaba una taza de café pasado en mano. Al dar el último sorbo se dispuso a acostarse boca arriba en su cama y tratar de conciliar el sueño, cerró los ojos. Al abrirlos se dio con la sorpresa de que ya era de mañana y no había tenido algún episodio de parálisis, lo cual fue muy desconcertante para ella.
Noche tras noche, la misma desconcertación de siempre. No tenía sentido, luchó tanto para curarse y no volver a sufrir esa situación que la aterrorizaba tanto y; sin embargo, ahora deseaba volver a tenerla de nuevo. Era algo completamente absurdo, pero real.
Ya habían pasado siete noches de intentos fallidos, siete noches de frustración, hasta que se dio por vencida. Eran las 5 am y ella estaba por recobrar la consciencia y despertar, pero no pudo. La inmovilidad volvió a apoderarse de ella. Entonces, como nunca, abrió los ojos dispuesta a observarlo; sin embargo, él no se hallaba ahí, de hecho nada se hallaba ahí. Solo estaba quieta, paralizada. Hizo lo de siempre. Pujo y se sacudió con toda su fuerza y salió de esa inmovilidad de ese trance, el cual extrañaba sentir. Una sonrisa se dibujó en su rostro de forma inevitable, estaba feliz, había luchado tanto para quitárselo como también para volver a sentirlo. Era algo extraño para ella, algo nuevo, algo que nunca antes había sentido, algo inexplicable que probablemente le costará mucho entender. Me pregunto qué le pasara ahora, sí se volverá loca o se suicidará, sí alcanzara  verlo en otra parálisis. Como sea eso no importa. Después de todo, él siempre estuvo allí observándola junto conmigo.



¡Mamá! Sueño con monstruos bajo la cama



Por Mía Rivero Guerrero

El húmedo amanecer del invierno era algo que ni siquiera podía seguir siendo pensado en las calles de Lima.  No porque haya dejado de existir sino porque no había tiempo para pensar en esas cosas. Ya no podían disfrutarse los aires fríos de las mañanas Miraflorinas, en las que el mar solía ser saboreado. Las neblinas de Lima generaban una sensación ineluctable de no poder ver ni verse. El cielo gris de la ciudad hacía pensar que lo que uno miraba era nada más que el mismo asfalto. Es entonces cuando el olor nauseabundo tan presente de pólvora hacía desear un diferente amanecer.
Eran las cinco de la mañana y a Marcos lo despertó el ruido de la tele que yacía en una habitación contigua. Abrió los ojos, de golpe y miro la cama de su hermano menor que estaba junto a la suya.

No hay problema, él sigue allí, pensó Marcos.

Decidió ponerse de pie e ir a revisar a la habitación de al lado. Bajó los pies de la cama y los puso en sus zapatos de entrecasa, que no siempre los habían sido. Recordó en ese instante el olor del césped fresco que pisaban esos zapatos cuando salía a jugar con sus amigos en las tardes de hace dos veranos. La guerra se había apoderado de la ciudad, el conflicto interno hacía temer a todos. Las madres ya no permitían que sus hijos salieran en las tardes y noches a jugar fuera. Estaban atemorizadas. Lo menos peligroso que existía era su hogar, en donde la familia podía reunirse y conversar brevemente sobre lo que acontecía en las calles, con el fin de prevenir y cuidarse entre ellos, encomendándose muchas de estas familias al santo de su devoción mientras los niños dormían en los muebles con la cabeza apoyada sobre el regazo de sus madres.
Cuando Marcos se incorporó, decidió, primero, ver si realmente su hermano estaba bien. Se acercó sigilosamente, vio que estaba tranquilo, durmiendo, al parecer, profundamente y lo cubrió nuevamente con la frazada, su pierna estaba destapada.
Se dirigió en seguida hacia la puerta.
Marcos, ¿ya te levantaste?— Si todavía es temprano…- se escuchó una voz a lo lejos.
La mamá de Marcos era una persona encantadora. Siempre tan simpática en su trato, muy comprensiva e interesada por el resto.
Era relativamente alta, tenía unos ojos muy expresivos y una sonrisa difícil de olvidar.

¡Mamá, lo que pasa... es que… escuché el televisor! Yo pensé que era... Me asusté un poco- dijo Marcos.
No Marcos, fui yo. Recuerda que tenemos que estar alertas siempre… por eso yo me levanto temprano y más ahora que tu papá no está.
Marcos todavía recordaba aquella noche en la que su papá tuvo que partir. Era necesario- se repetía Marcos constantemente. Además, para Marcos resultaba difícil si quiera imaginar que su padre lo había dejado y mucho peor aún abandonado a su suerte junto con su familia en estos tiempos.
Marcos recordaba las últimas palabras de su padre: Marcos, yo estoy asumiendo una gran responsabilidad, no espero menos de ti. Confío que tú te encargaras de lo que suceda aquí.
Marcos entendió el mensaje y decidió asumir la responsabilidad de la orden que le daba su padre, a sus 12 años. Si tenía que quedarse en casa cuidando de su madre y su hermano menor, lo haría. No solo por el hecho de que sean su familia, sino también porque era su padre quien se lo había dicho.
Ahora que lo recuerdo bien- pensaba Marcos- mi papá es un hombre admirable siempre tan dispuesto a ayudar al otro, pensando siempre en cómo estaba mamá, cuidándonos a mí a mi hermano… No podría deshonrarlo. Es mi deber cuidar a mi familia. Pero tengo un secreto, nadie puede saberlo…
¡Marcos!, en qué piensas, te estaba hablando- dijo su madre preocupada por las ahora tan frecuentes ausencias de Marcos.
Sí mamá, ya sé que mi papá no está, pero sabes que en su lugar me he quedado yo
Decidieron bajar a desayunar. A pesar de ser temprano habían guardado pan del día anterior. La mamá de Marcos, la señora Fernández, había preparado quaker para Marcos y Benjamín. Ella decía que era lo necesario para hacerse grandes y fuertes. La mesa estaba bellamente arreglada, cuatro sillas, un mantel blanco, servilletas de tela blanca, tres tazas, 4 panes al centro de la mesa en una panera de mimbre y tela naranja.
La señora Fernández dejó a Marcos en la cocina y subió rápidamente a pasarle la voz a Benjamín. Benjamín tenía 4 años, era un niño que endulzaba a quien lo veía. Su ternura hacía que, sin duda alguna, uno se enamore de él. Benjamín, muy somnoliento aún, se despertó sobándose los ojos. Se puso de pie y tomó inmediatamente la mano de su mamá.
A pesar de todo, Benjamín sentía miedo. Pareciese que no entendía muy bien lo que ocurría, pero su alta sensibilidad hacía que no se le escapara nada de la vista.
Mamá, mamá… me dio miedo mi sueño.
Qué soñaste Benjamín- dijo la Señora Fernández mientras bajaban las escaleras rumbo a la cocina para desayunar.
Había unas orejas grandes y dos ojos que me miraban- dijo Benjamín
La Señora Fernández, dedicada a la psicología infantil, con el tiempo había entendido que era parte de la profesión el no analizar a sus hijos. Dejó, entonces, a un lado, toda posible interpretación que se le pudiera venir a la mente respecto a lo que Benjamín vivía en estos días, pero no pudo dejar de pensar en que los niños percibían lo alerta que se debía de estar por esos días.
Benjamín empezó a llorar.
Tranquilo hijo, ya pasó, mamá está aquí, está aquí contigo- dijo la Señora Fernández, deteniéndose en la escalera.
Inmediatamente escuchó unas pisadas que se dirigían a toda prisa a donde ella estaba. Era Marcos.
Mamá, ¿que pasó?-dijo Marcos levantando la voz por el susto.
Nada Marcos. Vamos. Vamos a tomar desayuno que el quaker se debe estar enfriando.
Bajando las escaleras se dirigieron rumbo a la cocina.
Luego de desayunar, su madre salió a comprar ese sábado el periódico. Los niños no tenían colegio. Así que era más fácil para ella salir. Más fácil para ella porque sabía que estaban en casa. Aunque cuando uno está relacionado de algún modo con los militares siempre se está en riesgo.
El esposo de la señora Fernández era médico afiliado a la milicia del Perú. Su trabajo como el de cualquier médico era difícil y se complicaba aún más ahora que tenían que responder a las demandas del sistema.
Al llegar al puesto de periódicos, la Señora Fernández, no se sorprendió al ver los titulares: julio de 1992, Nuevo ataque terrorista.
Están avanzado- pensó. Era inevitable por aquel entonces no preocuparse por el terrorismo, que ya estaba pisando las calles de Lima. Las noticias de los cochebombas empezaban a escucharse por todos lados. Las personas caminaban atemorizadas. Los toques de queda, es decir, las restricciones para salir de noche, limitaban las vidas de muchos limeños en aquella época. Y eso era en Lima- pensaba la señora Fernández- qué sería en Ayacucho donde se había iniciado el terrorismo. Y mis hijos- pensaba- tengo que cuidar a mis hijos- se repetía así misma.
En esos tiempos, en Lima la gente se miraba con recelo, había que desconfiar de todos. El enemigo podía estar en cualquier lado. Los terrucos se metían a las plazas, edificios, condominios. No respetaban nada. Y lo que era peor aún es que cualquiera podía serlo o incluso más terrible aún: cualquier podía ser confundido por uno de ellos.
La señora Fernández regresó a su casa pensativa y es que tenía un mal presentimiento. Son ideas mías- pensó.
La noche de ese sábado transcurría muy lentamente. Marcos estaba ayudando a su mamá a poner la mesa.
Marcos, pásale la voz a Benjamín que ya es hora de su baño antes de cenar- dijo la señora Fernández
Marcos obediente subió al cuarto donde dormían,  pero no lo encontró.     Asumió entonces que debía estar jugando en el dormitorio de mamá. Se dirigió a este pero tampoco lo ubicó.
Una sensación extraña se empezó a apropiar de Marcos.
Mamá…- dijo Marcos, No encuentro a Benjamín.
La señora Fernández dejó caer la vajilla que lavaba. Inmediatamente corrió buscándolo por cada habitación de la casa gritando su nombre.
Benjamín… Benjamín… ¿Dónde estás?- preguntaba.
Trato de hacer memoria, de pensar pero se le venían tantas imágenes a la mente que no comprendía que es lo que sucedía. Tengo que calmarme- pensó.
Recordó entonces, en ese momento, la tarde en la que había estado viendo dibujos con Benjamín y el inesperado corte de la producción infantil para mostrar las imágenes de lo que acontecía en provincia como consecuencia del terrorismo de la zona. Recordó también esa pregunta y comentario tan inocente que había hecho Benjamín.
¿Mi papá está allí?- le preguntó en ese entonces.
Sí, él está allí. Es un héroe- le había contestado ella
Pero lo que más le preocupaba es que él le había dicho allí iré yo.
Esas simples palabras, esas palabras que ella no había tomado en cuenta la hacían temblar y sudar de miedo. Temía que su hijo haya salido en busca de encontrarse con su padre… Y que esté ahora perdido, en la calle sin saber a dónde ir, además del peligro… De los malditos terrucos que podían dañar a su bebé.
Salió desesperada a buscarlo por la calle. No se puede haber ido muy lejos-pensó.
Marcos, quédate aquí por si llega-le dijo su madre, tomando un abrigo y saliendo inmediatamente a buscar a Benjamín.
Marcos acató las órdenes de su mamá, pero solo fue por un breve instante.
Mi papá me encargó que cuidara de mi familia. Tengo que buscar a Benjamín- se dijo.
Salió de la casa presuroso, en busca de su hermano.
Marcos conocía mejor que su madre donde podía estar Benjamín. Se dirigió rumbo al parque central, la calle aledaña a la parroquia de la zona, que estaba cerca de su casa, pero no encontró nada. Camino por varias calles con el deseo de encontrarse con su hermano, pero no encontró nada. Cuando ya estaba de regreso, se escuchó de pronto una explosión no de tan lejos.
Benjamín. Mamá- pensó
Salió corriendo rumbo de dónde provenía ese color amarillo anaranjado brillante. Estaba por llegar y sintió una punzada en el corazón, dolor y mareos. Ya no podía más. No sabía si era por lo mucho que había corrido o el daño que podía significar no ver a su mamá ni Benjamín nunca más.
Había mucha gente en el lugar: policías, bomberos y gente herida. Vio que su madre estaba allí.
Marcos no entendía que pasaba. Su madre lloraba, gritaba….
Marcos- escuchaba Marcos que su madre gritaba desesperada mirando la explosión
Marcos- una vez más era gritado por su madre
Marcos no entendía. Algo andaba mal.
No es posible. No hay forma- pensaba Marcos. De pronto sintió náuseas, mareos. Calló al piso de golpe, arrodillado. ¿Cómo era posible que su madre gritase su nombre? Si él estaba allí parado viendo la explosión.
¿Dónde estaba Benjamín además? ¿Qué es lo que había sucedido?
Vio entonces que su madre se acercaba a un pequeño a taparle los ojos. Y cuando Marcos pudo ver mejor… Se percató que no se trataba de una explosión, que el ruido fuerte había sido de un tiroteo. Aún no distinguía muy bien si era de un enfrentamiento.
Marcos empezó cada vez a entender menos.
Su madre lloraba. Y ese pequeño que tenía abrazado lucía como Benjamín.
¡Lo encontró!- pensó Marcos.
Pero algo pasaba con él, conmigo: Marcos. Empecé a no sentir mis piernas, no pude incorporarme (al menos no de la forma que yo deseaba). Empecé a sentir mucho frío y repentinamente mayor ligereza.
Me incorporé. Empecé a caminar a donde estaba mi madre para decirle que no me llamara que yo ya había llegado.
A medida que caminaba, que me acercaba a ella, vi varios cuerpos en el piso. Uno de ellos me resultaba muy familiar. Era yo. Yo estaba muerto. Yo había muerto. Tenía 12 años. Era un niño casi adolescente. Era un hombre. La policía me había matado. Me confundieron con un terruco. ¡Malditos!-pensé. Defraudé a mi padre. Defraudé a mi madre. Y no sé si fue bueno o malo pero mi mamá nunca se enteró de mi secreto. Mi mamá nunca se enteró que, desde que empezó esta guerra, sueño con monstruos bajo la cama.




domingo, 19 de junio de 2016

UN CÍRCULO INTERMINABLE DE NACIMIENTO Y DESTRUCCIÓN


Por Jean Vidal





Los humanos jamás serán capaces de vivir en armonía. La paz no es más que una idea ingenua sacada de la mente de un niño. Un niño al que se le dan falsas esperanzas para que se aferre a este mundo podrido. La esperanza no es más que una sentencia al sufrimiento eterno. Al nacer nadie nos muestra las desdichas que sufriremos ni los brevísimos momentos de felicidad que viviremos. En la vida perdemos más de lo que ganamos y, para empeorar la situación, muchas de las cosas que nos ocurren no dependen de nosotros. Somos actores pasivos en este mundo. Son nuestros predecesores quienes nos han dejado un mundo en extinción y ruinas; y parece ser que tenemos que luchar constantemente para solucionar sus errores. Sin embargo, nos han trazado un camino inevitable hacia la extinción, un camino que solo debemos aceptar.

Estos y otros pensamientos aparecían en la mente de Charles mientras esperaba a Harris, uno de sus grandes amigos de la infancia. Charles se encontraba en una plaza pública, una de las pocas que aún seguían en pie.
Había llegado alrededor de las 6 p.m. con café y un periódico del día en la mano.
Casi había terminado su café para cuando Harris Llegó.
-Llegas tarde –dijo Charles.
-Lo siento, tuve que quedarme en la oficina hasta tarde –respondió Harris, mientras observaba parte de la portada del periódico que tenía Charles consigo.
Podía leer: “ATAQUE AL…” Pero una de las manos de su amigo cubría la última palabra.

Harris era un hombre de 25 años, de aproximadamente 1.80mts. de estatura, de contextura delgada, nariz larga, labios pequeños, ojos pardos y siempre llevaba una barba que le daba una pinta de vagabundo. Él provenía de una familia poderosa; su padre era dueño del canal de televisión más importante de los Estados Unidos, además de diversas estaciones radiales y medios escritos. Ambos no se dirigían una sola palabra desde hacía un par de años. Harris estaba enojado con su padre porque este utilizaba su poder en los medios para provocar rivalidades entre países. Para ello, difundía información falsa sobre ataques de países vecinos hacia los Estados Unidos. Harris no sabía que, en realidad, su padre era presionado por el gobierno para propagar la información de los ataques falsos. La milicia se encargaba de proveerle material fotográfico y una serie de documentación para que la publicación pareciera veraz.

-Disculpa que te lo pregunte, pero ¿por qué sigues trabajando en ese antro? Tu padre podría conseguirte un buen trabajo en un santiamén –dijo Charles.
-Mi padre y yo nos hemos distanciado; además, creo que estoy bien en mi trabajo actual –respondió Harris.

Harris, en realidad, trabajaba como detective para el FBI y su trabajo como oficinista era solo una fachada. Ese trabajo falso le daba la ventaja de no llamar la atención y además lo posicionaba en un ugar cercano a la oficina principal de NEXUS, la cadena televisiva de su padre. Harris estaba investigando dicha empresa porque el FBI sabía que la información difundida por ese canal acerca de los ataques era falsa; no obstante, deseaban conocer el verdadero motivo para divulgar esa información.

-¿Qué es lo que dices? –dijo Charles sorprendido-. Si tu padre y tú siempre se han llevado muy bien. ¿Por qué se han distanciado?
Harris se mantuvo en silencio.

-Parece ser que se trata algo muy grave. No te preocupes; no volveré a preguntar. –prosiguió-. Aún así, quisiera saber desde cuándo es que no conversan. No puedo evitar preocuparme por ustedes dos, sobre todo después de lo que pasó con tu madre.

-La muerte de mi madre no tiene nada que ver con esto –respondió inmediatamente Harris-. Mi padre simplemente decidió alejarse de mí porque decidí no seguir sus pasos.
-Pero si tu padre es un buen hombre, es exitoso y ha liderado muchas campañas a favor de la gente. Es una buena persona y creo que es buena idea seguir sus pasos. Sin embargo, ciertamente me provoca un poco de temor saber que tiene tanto poder. El poder que él posee, en las manos equivocadas podría ser fatal.

-No sabes cuánta razón tienes, Charles –pensó.

-De todas formas –prosiguió Charles- puedo tener la confianza de que tu padre es una persona honesta. Ya se han visto casos de cadenas televisivas que falsean información con el fin de lucrar. Han sido todos unos avaros y egoístas. Por eso creo que este mundo está podrido. Pero tu padre me da algo de esperanza.

-Este mundo no está podrido. La gente suele fijarse solamente en aquellas cosas que están mal, porque pareciese que podemos medir qué tan bien nos va en función de los errores cometidos, por simple contraste. Además, creemos en lo bueno y lo malo como si fuesen excluyentes. Tenemos la idea de que si hay más bondad en este mundo la maldad, como resultado, desaparecerá o por lo menos disminuirá. Pero esta es una visión simplista. La bondad y maldad no están sujetas a leyes físicas ni a cualquier discin se encontraba en un compartimento secreto de su escritorio.e le habodos nosotros; y creo que debemos aceptar ambas como parte plina humana que las intente clasificar. Pienso que existe bien y mal en todos nosotros; y debemos aceptar ambas como parte de nuestro ser. Eso si deseamos ser auténticos y honestos con nosotros mismos.

-¿Entonces cómo explicas esto? –preguntó Charles mientras mostraba la portada del periódico.
Finalmente Harris pudo leer el titular completo: “ATAQUE AL PENTÁGONO”.
Harris por fin lo entendió.
-Disculpa, pero debo retirarme –dijo mientras se ponía de pie.
-¿A dónde vas? –preguntó Charles, pero Harris ya  se estaba alejando.
Harris se apresuró a su oficina.
Al llegar cerró la puerta y comenzó a  buscar desesperadamente algunos documentos del caso que se le había asignado. El cajón en donde se encontraba toda la documentación era un compartimento secreto de su escritorio.

-Ataque al pentágono… Ataque al pentágono… Ataque al pentágono… ¡BINGO!
Harris había encontrado ciertos documentos que consideraba que podrían ser útiles para la investigación.

-Bien, debo llevar estos documentos al FBI lo antes posible –pensó.

En seguida salió de su oficina, pero sin antes colocar todo de vuelta en su lugar. Realizó algunas llamadas para encontrarse con su jefe y reportarle sus hallazgos.
Se encontraron en una de las oficinas del FBI que estaba camuflada bajo la fachada de una empresa de videojuegos.

-¿Qué era eso tan importante que tenías que decirme? ¿Está, acaso, relacionado con la investigación NEXUS? –dijo Bob.
-¡Así es! He descubierto algo que puede ser crucial para la investigación –respondió Harris entusiasmado.
-Adelante chico, dime a qué te refieres.
-¿Ha visto el periódico de hoy?
-Sí, lo leí por la mañana.
-Bueno, yo me refiero al boletín que venden al medio día.

-Ese también lo he revisado. Mira, aquí lo tengo.

Bob buscó en su maletín. Al encontrarlo lo levantó con cuidado y leyó el titular.

-“ATAQUE AL PENTÁGONO”. Sí… eso dice. Ahora, cuéntame qué has averiguado –dijo Bob.

-Bien, se lo diré. Hace ya algunos meses me enteré mediante un contacto en la milicia, que se estaban construyendo dos nuevos pabellones en el pentágono. Él me dijo que había participado de la construcción de estos. El primer pabellón era el de Desarrollo Personal. Su estructura consistía en aulas vacías en donde se desarrollaban clases de yoga y meditación. El otro pabellón que construyeron era el de Investigación especializada. Allí los aspirantes al FBI desarrollaban sus habilidades de indagación para posteriormente formar parte del cuerpo de investigación. Ambos recintos fueron construidos rápidamente y se utilizó material de baja calidad. Incluso, me comentó mi informante, que utilizaron vigas que sobraron de otras construcciones en los diferentes penales del país. ¿Recuerda que se aprobó una ley por la cual las cárceles tenían que construir más pabellones para los presos?

-Sí, lo recuerdo. Además conozco a alguien que supervisó esas construcciones.
-Bien. Parece que usaron esos sobrantes en los pabellones nuevos y se utilizó a los soldados para realizar esas edificaciones en el pentágono. Esos dos fueron los únicos pabellones destruidos en el supuesto ataque japonés.

-Entiendo, lo que quieres decir es que el pentágono habría dado sus instalaciones para simular un ataque militar y que los medios de comunicación dieran la noticia falsa. Pero eso es algo muy fácil de deducir. La noticia en sí evidentemente muestra una conexión entre la milicia y NEXUS. ¿Por qué me dices cosas tan evidentes? Creí que habías averiguado qué tipo de conexión existe entre ellos.

-Espere, eso no es todo. Es verdad que la empresa de mi padre y el ejército tienen una conexión. Pero también tiene que considerar que los medios de comunicación son controlados. Entonces, ¿por qué difundirían esta noticia? Si esta nos muestra su evidente conexión.
-Probablemente ellos no estén enterados de la investigación que llevamos a cabo. Por eso no creen que sea necesario ocultar un incidente como ese. Porque solo la gente que sabe que las noticias son manipuladas antes de ser emitidas tendría en cuenta que la milicia está implicada. El resto de personas pensaría que se trata de otro ataque, como los cientos que han sido reportados en estos meses.

-Se equivoca; ellos sí están enterados de la investigación. De hecho, la publicación es una amenaza dirigida al FBI directamente. Es probable que el ataque haya tenido víctimas reales esta vez, y posiblemente todas tengan relación con el FBI. Revise si los internos que fueron esta mañana regresaron a sus hogares.

-Eso… eso tomará un tiempo; recuerda que los nuevos miembros del FBI están ocultos entre la población. Solo sabremos si lo que dices es cierto en dos días. Cuando todos los internos hayan tenido que reportarse en la agencia principal. Además, yo no sé si ellos tenían que ir hoy al pentágono. Tendré que hacer algunas llamadas.

El rostro de Bob había cambiado; estaba más pálido de lo normal.

-Entiendo. También estaba pensando en el tipo de conexión que existe entre las dos entidades y solo existen dos posibilidades. Primero, podría ser que tanto la empresa de mi padre y la milicia pertenezcan al mismo nivel jerárquico y estén actuando en conjunto como socios. Segundo, podría ser que los militares estén en un nivel mayor que NEXUS. Es decir, el verdadero autor de estos atentados falsos podría ser la milicia. Esto debido a que es más sencillo para ellos someter a NEXUS. A fin de cuentas, ellos tienen poderío militar y por lo que veo tienen espías en todos lados; incluso en el FBI. Sería sencillo para ellos amenazar a mi padre y así tener el control de los medios de comunicación. En cambio, si mi padre hubiese sometido al ejército, sería sencillo que lo asesinaran, ya que él siempre se ha mostrado en eventos sociales.

-Tendré que confirmar cada cosa que me has dicho. Pero ahora que sabemos que la milicia está involucrada tenemos que apresurarnos. No conocemos sus planes y sería terrible si no llegamos a actuar a tiempo. Te llamaré más tarde para avisarte si lo que me has dicho es correcto. Por ahora sigue con la investigación. Puedes retirarte –concluyó Bob.
-Eso haré señor.
Harris había regresado a su casa. Era difícil movilizarse por la ciudad cuando la amenaza de ataques era latente. Él se sentía frustrado, tenía tantas ganas de enfrentar a su padre y de contarle al mundo entero las mentiras difundidas por su empresa; en el fondo quería creer que su padre estaba siendo amenazado o manipulado. Le costaba creer que su padre le estuviera mintiendo al mundo y quería actuar. Pero sabía que debía callar y mantenerse calmado. El FBI no podría expresarse por ningún medio sin que NEXUS interviniera. Además no tenían pruebas suficientes.

Esa noche, luego de beber unas cervezas, recibió la llamada de Bob.

-Es cierto. Todo lo que dijiste es verdad –dijo Bob.

Harris no progresó mucho en su investigación durante los meses siguientes. Los supuestos ataques cada vez eran más recurrentes, pero aún los ciudadanos no estaban de acuerdo con iniciar una guerra. Sobre todo porque 10 años atrás había culminado la guerra con China. Este hecho dejó marcado a muchas personas alrededor del mundo, sobre todo por el impacto económico y las miles de muertes producto de este conflicto.

Con la finalidad de inducir a los ciudadanos a cambiar de opinión, la milicia comenzó a realizar ataques verdaderos dentro de los Estados Unidos. Cientos de estadounidenses murieron lo que provocó que un sentimiento de odio creciera en el interior de las personas. De esa forma, se iban cumpliendo los objetivos del gobierno. Tanto los medios de comunicación como los ataques cambiaron la perspectiva de las personas. Muchos comenzaron a enlistarse en el ejército y se realizaban donaciones al estado para la compra de armamento militar superior al del enemigo.

Para entonces, se creía que todos los países asiáticos estaban implicados en los ataques. El FBI intentó alzar su voz, pero estos intentos fueron apabullados por los medios de comunicación. Incluso se creía que el FBI estaba en contra de los Estados Unidos y se comenzó a despedir a miembros de esta organización. Harris se vio obligado a investigar por su cuenta e intentó aproximarse a su padre para conseguir cierta información que pudiera ser útil.

Pronto se inició una nueva guerra entre Estados Unidos y los países asiáticos. Desde la perspectiva del resto de naciones del mundo, era una imprudencia iniciar un conflicto bélico contra toda Asia. Era un suicidio. No obstante, el gobierno de los Estados Unidos estaba preparado para esta situación.

Luego de la guerra contra China hacía 10 años, muchos científicos militares propusieron crear un arma suficientemente poderosa para hacerle frente a cualquier nación sin tener que recurrir a alianzas. Para ello, se intentó crear un Arma de Destrucción Masiva (ADM). Su propuesta fue rechazada por el propio el general de ejército, Ainsworth, quien tenía el control total de la milicia. Él había dirigido personalmente al ejército estadounidense en las batallas contra China. Era conocido por ser un general fuerte y despiadado con sus enemigos. Incluso algunos creían que había perdido su humanidad. Esta idea se reforzaba con el hecho de que usaba una máscara de cera que no permitía que nadie observara sus expresiones faciales. Entre los militares se rumoreaba que había perdido parte del rostro tras una batalla.

El motivo que mencionó Ainsworth para rechazar el proyecto fue que el arma que se pretendía construir utilizaba energía térmica. Este tipo de energía era escasa y se perdería mucho dinero si se decidía importarla. Sin embargo, él inició la construcción del ADM en instalaciones subterráneas del pentágono sin que nadie se enterara. Se utilizó la mayor parte de los fondos del estado para financiar el proyecto. Eventualmente, luego de 10 años, el ADM01 estaba listo. Para que esta arma funcione era necesario que se recolectara gran cantidad de energía térmica, debido a que el daño que podía ocasionar dependía de la energía almacenada. Por ese motivo, se buscó utilizar la energía térmica proveniente del núcleo de la tierra. Con tal poder serían invencibles ante el resto del mundo. La energía de la tierra era recolectada a través de un tubo de 1 kilómetro de diámetro que conectaba al centro de la tierra con un compartimento que estaba colocado debajo del pentágono. Desde allí, se liberaba toda esa energía hacia un satélite especializado que la redireccionaba hacia un blanco en específico. Durante la construcción de esta arma los científicos advirtieron que habría una descompensación de la presión del núcleo de la tierra si utilizaban el arma muchas veces. Por eso, se recomendó utilizarlo un máximo de 3 veces y luego esperar 10 años para volver a utilizarlo.
Durante la guerra, se utilizó el ADM01 tres veces. Uno de los ataques había impactado en Japón, y los otros dos en China. La rendición de los países asiáticos fue inmediata luego de los ataques.

El mundo había presenciado el poderío militar estadounidense en su máximo esplendor. Ciertamente los otros países quedaron atemorizados por el daño que podía causar el ADM01, pero al mismo tiempo quedaron fascinados por el poder que un arma como este podría otorgar. De cierto modo, se referían a este poder como algo divino. La ambición y el odio de los gobernantes de muchos países provocaron que más armas de este estilo fueran creadas. Al cabo de 5 años, más de 20 países tenían por lo menos un ADM. Sin embargo, mientras se construían estas armas, los países se mantuvieron sometidos a los dictámenes estadounidenses. Al culminar estos 5 años se reanudó la guerra. Ahora Estados Unidos se encontraba en desventaja. El ataque contra los estadounidenses se inició y lejos de sentir preocupación, esto parecía alegrar mucho a Ainsworth, pues los soldados podían oír su risa en los pasillos del cuartel general del pentágono.

Se comenzó a utilizar de manera excesiva el ADM01 y sus equivalentes. La energía extraída de la tierra estaba comenzando a causar grandes desastres naturales alrededor del mundo. Esto, debido a que al extraer tanta energía térmica de manera indiscriminada, se estaba obviando el hecho de que la presión del núcleo de la tierra cambiaba con cada ataque. El centro de la tierra estaba fuera de control.

Pese a las advertencias de tantos científicos se siguió utilizando estas armas. El pronóstico de la tierra era desfavorable, todo indicaba que la tierra encontraría un modo de equilibrarse. La duda giraba en torno a qué tendría que ocurrir para que se vuelva a un estado homeostático. Pronto, esta pregunta sería respondida por NEXUS en una de sus publicaciones.

Por primera vez, luego de varios años, NEXUS realizaba una publicación con información verídica. “EL FINAL HA LLEGADO” decía la portada. El padre de Harris sabía que sería asesinado por publicar eso, pero aun así lo hizo. Él estaba convencido que ya no importaba si protegía o no su vida o la de su hijo. Ambos terminarían muriendo pronto de todas formas, pues la tierra estaba desestabilizada y la gente merecía saber que no había vuelta atrás.

Harris, que no sabía si la publicación tenía contenido verdadero fue directamente donde  su padre.
-Tú has sido el culpable de todo esto –le dijo.
-Tienes razón, todo ha sido mi culpa –replicó el padre de Harris.
Harris estaba sorprendido. Nunca había visto a su padre en ese estado.
-Tienes razón Harris. Yo hice todo lo que esos malditos del gobierno querían. Amenazaron mi vida y la tuya. Yo solo deseaba protegerte, pero terminé condenando este mundo a la destrucción. Seguramente, ya has visto el periódico. Deberías irte a algún lugar que te agrade. Porque mañana todo esto terminará. No hay forma de revertir esta situación; el mundo dejará de existir mañana.
-Lo sé. Padre… Lo que estado pensando por algún tiempo. Creo que en realidad no tuviste elección. El gobierno con tu ayuda o sin ella habría seguido con la construcción de esa maldita arma que nos ha destruido.
-Sí, pero yo les facilité las cosas.
-Creo que yo habría actuado de la misma forma.
-No es verdad. Tú lo habrías resuelto, hijo mío. Eso lo sé yo, que soy tu padre.
-Desde que mamá murió tú te volviste más distante, y eso es algo que me ha herido mucho. Pero te entiendo.
El padre, al borde de las lágrimas, abrazó a Harris y se quedaron en esa posición por varios minutos. Finalmente, su padre lo convenció de irse fuera de la ciudad y buscar un lugar en donde pasar su última noche.

Los científicos habían pronosticado que a las 2AM (Hora estándar del este) aproximadamente terminaría la vida en la tierra.
Esta noticia desató el caos en el mundo. Muchos decidieron terminar con sus vidas. Caían cientos de personas de los edificios más altos de las ciudades de todo el mundo, en un afán por controlar al menos el final de sus vidas. Algunos rezaban, otros se despedían de sus seres queridos y unos cuantos simplemente se arrojaban; como si todas sus vidas hubiesen estado esperando el momento oportuno para suicidarse.

De cierta forma, caer de un edificio representaba el camino de la humanidad. Los humanos se pensaban seres superiores, inteligentes y audaces; y como tales tendrían que llegar a lo más alto para finalmente darse cuenta de la caída que les esperaba.

Había terminado la guerra. Nadie atacaba, la gente sufría. Muchos miraban al cielo, en busca de algo o alguien a quien dirigirse. Con sus miradas decían “perdón… hemos fallado”.

A medida que se aproximaba el final de la tierra, más personas caían en llanto. La calle estaba llena de personas arrodilladas o acostadas. Todos lloraban al unísono. Buscaban consuelo en alguien más, se abrazaban unos a otros. Entre lágrimas hablaban sobre las cosas que les habían hecho más felices en vida y manifestaban sus deseos de morir pensando en ese recuerdo. También se sentían decepcionados por cómo habían actuado en los últimos años, pensaron en el odio que sintieron durante la guerra y lo mucho que les dañó.

Harris había salido de la ciudad, se había dirigido a su antigua casa, donde vivió cuando era tan solo un niño. Entró con cuidado al jardín y trepó su árbol favorito de la infancia. Se sentó en una de sus ramas y dirigió su mirada a las estrellas.
-¡Harris! –se escuchó desde abajo.
-Charles… ¿o prefieres que te llame Ainsworth? –dijo Harris mientras mantenía su mirada hacia el cielo.
-Vaya, parece que sí lograste descubrirlo. Llámame Charles, por favor. –dijo mientras se sentaba en la rama contigua.
-Lo descubrí al llegar a este lugar. Recuerdo que alguna vez mencionaste que te gustaría que el mundo ardiera en llamas, justo cuando estabas sentado sobre esta rama. Dijiste que este sería un buen lugar para ver el espectáculo.
-Pues seguro que sí lo dije, porque he venido justamente a verlo. Parece que mi sueño se pudo hacer realidad. El mundo ha llegado a su fin y la humanidad ha obtenido lo que merecía. Jamás hubo esperanza para esta especie primitiva. Debió haber desaparecido hace mucho. La prueba de que los humanos no pueden vivir en armonía es la guerra a la que fueron conducidos gracias a mí. Creé un arma poderosa y todos intentaron copiarla. Sin saber que estaban destruyendo su propio planeta y a ellos mismos. Si los humanos no pueden diferenciar entre bien y mal; y no pueden cooperar entre ellos por el bien común, pues entonces no son dignos de vivir en este planeta. Tan solo se dedicarían a destruirla lentamente. Matando a las demás especies y siendo completamente egoístas. Ahora desaparecerán y con ellos su egocentrismo. Nadie creerá, nunca más, que los humanos son el centro del universo. Desapareceremos y nadie lo va a notar.

Harris comenzó a reírse como nunca antes lo había hecho en su vida. Era una risa tan aguda que le provocó dolor en los oídos a Charles.
-¿Qué te parece tan gracioso? Nunca te he oído reír así. ¡¿Por qué te estás riendo?!
-Charles –mientras contenía la risa-. Siempre has sido tan tonto… ¿Acaso no te has dado cuenta de lo que has hecho?
-Yo no veo a la gente ardiendo –prosiguió Harris-. Fíjate bien en lo que está ocurriendo.
-Los veo sufriendo. Esa es una reacción natural. Se acabará el mundo y no podrán volver a sus vidas egoístas y ensimismadas –dijo Charles con seguridad.

-Yo los veo más unidos que nunca. Míralos. Están llorando, están juntos. No veo divisiones, fronteras, discriminación, guerra, religión o egoísmo. Todo lo contrario. Esa gente pudo haber terminado con su vida, como lo hicieron miles de personas. Aquellos que se suicidaron fueron los egoístas. Los que pensaron en ellos mismos, no pensaron en las personas a las que dejaron en este mundo. Simplemente nos abandonaron. En cambio, toda esa gente que ves llorando, en el suelo, sufriendo o riendo con lágrimas en los ojos; es decir, los que decidieron quedarse, han pensado en otros. No han sido egoístas y se han quedado para sufrir con el resto de humanos, para acompañarnos mutuamente en lo último de nuestras vidas. Y tú has hecho que ocurra esto.
-¿De qué hablas? Los que se han quedado son los cobardes que no pudieron suicidarse o los religiosos que viven creyendo que es un pecado acabar con su propia vida. Y si llegan a matarse no serán salvados por su Dios.

-Fíjate bien; observa. Por supuesto que mucha de esa gente tiene creencias religiosas; pero pertenecen a diferentes religiones. Y dime, ¿ahora están peleando? ¿Están acaso luchando porque creen en dioses diferentes? No les importa la religión a la que uno pertenece. De hecho, por fin están aplicando muchas de las enseñanzas que unifican a las religiones. Ellos no se ven como católicos, judíos, evangélicos, mormones, budistas. Se ven como humanos que están sobrellevando el dolor; y lo están haciendo juntos. Por primera vez veo que la religión no divide, que la idea de muchos profetas acerca de convivir en paz entre todos se cumple y que nadie discrimina.

-Pero si están sufriendo, ¿cómo puede eso unirlos?
-No solo la felicidad une a las personas. El dolor también lo hace, pero de una manera diferente.
-Bueno, y si tenían esas cualidades ¿dónde estuvieron todos estos años? Hace unos días a nadie parecía importarle el resto de gente. Lo que ocurre es que ellos, al estar en una situación en la que van a morir irremediablemente intentan arrepentirse de sus pecados para así encontrar el supuesto camino a la salvación.

-Pero es en esos momentos más difíciles en los que uno saca lo mejor o lo peor de sí mismo. Y, como ves, la gente que sacó lo peor de sí mismo, la gente que sacó su egoísmo, esa fue la gente que abandonó. Que se fue sin más, sin pensar en los otros. En cambio, hay gente que se ha quedado voluntariamente y no porque la religión se lo diga, se han quedado porque desean acompañar a los otros en el sufrimiento y al mismo buscan algo de alivio.

-¿Me estás diciendo que he cometido un error? –preguntó Charles alterado.
-No
-¡Harris! ¡He cometido un error!
-No
-¡Sí! Lo que he hecho.
-No
-¿No lo entiendes? Yo causé la destrucción de los humanos porque no había esperanza para ellos, pero están más unidos que nunca y… y… si se comportan así ahora, es porque tenían dentro de ellos mismos algo de compasión y la capacidad para ser solidarios con otros. Y yo he destruido eso que aún quedaba en ellos. Quizá si hubiese descubierto la forma de hacer que esa bondad surgiera…
-Ya lo has hecho. Gracias a ti ellos han descubierto algo de bondad en sus corazones. Les has dado esperanzas y les has mostrado que la raza humana tenía la capacidad de vivir en armonía. Que lo hayan aprendido al final no le quita el valor al aprendizaje.
-Pero, he hecho que maten a mucha gente.
-Es cierto. Pero al igual que la gente tiene la oportunidad de revalorar su vida y darse cuenta del daño que causaba y arrepentirse de eso; tú también la tienes.

Ambos se mantuvieron en silencio por unos minutos.
-Harris… Lo siento mucho.
-Mira esa estrella. ¿Crees que haya seres parecidos a los humanos allá?
-No lo sé. Pero si es así deben tener muchos problemas por resolver.

Cuando llegó el momento todos los humanos de la tierra se pusieron de pie, se tomaron de las manos y esperaron su final. A la hora indicada la tierra dejó de existir. Tan solo un destello de luz era visible desde el espacio. Los humanos se habían extinguido.
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