
Por Iván Gerardo Merino Pizarro1
Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas
inconstantes, ese montón de espejos rotos.- Jorge Luis Borges.
-¿Dónde estoy? ¿Qué ha
pasado?-
Estas
dos preguntas alcanzan la mente de Pedro, que no haya sentido al ambiente en el
que se encuentra, un lugar frío donde no hay nada aparentemente, solo una
oscuridad que le impide ver salvo la negrura. Incluso el suelo es invisible,
como si fuera un suelo de cristal que permite ver la nada que lo rodea.
-¿Qué es este lugar? ¿Cómo
llegué a aquí?-
Pregunta
a pregunta empieza a inundar la mente de Pedro, primero intentando calmarse.
-Vamos, recuerda. ¿Qué pasó?
Aunque
vagos, los recuerdos aparecen en su mente. Recuerda la invitación a una fiesta
poco convencional, a la que tuvo que asistir más por compromiso que por
elección propia. Los recuerdos se vuelven más fuertes, recuerda la casa, si es
que no era mansión, que fue invitado por un compañero de trabajo, o al menos
así le llamaba puesto que conocía sus costumbres poco amigables a espaldas de
los demás, en especial de él. Aunque ambos entraron al mismo tiempo, Pedro ganó
su ascenso más rápido que él debido a sus cualidades, mientras que él habría
ganado ascensos metiendo cizaña entre sus compañeros y superiores, ganando fácilmente
reputación de entrometido entre sus compañeros.
El día
anterior le habría dicho que uno de sus jefes estaba lanzando una fiesta en su
residencia, y que podía invitar a unos amigos para que lo acompañen a celebrar…
Pedro
recuerda haber llevado una compañera: misma edad, una estatura un poco menor a
la de él, pero también con una persona modesta que había ingresado a inicios
del año pasado. Él la había ayudado, ganándose su amistad, aun siendo su
superior.
A
medida que transcurría el año, la brecha entre ambos disminuyó drásticamente,
como también aquellos rumores indecorosos entre los dos, probablemente cortesía
de su tan “cariñoso” compañero de trabajo. Pero eso no los detuvo,
convirtiéndose en una relación estrecha que llegó al noviazgo en corto tiempo.
Ese
año, se había observado un incremento de la delincuencia, más que todo
asesinatos a plena luz del día, donde no se tomaba en consideración el ambiente
en el que se halle. Es en este ambiente donde su mejor amigo, Luis, fue
asesinado a sangre fría. Todo habría transcurrido tan rápido que no hubo tiempo
a salvarlo. Un día como cualquiera, tres hombres armados irrumpieron en el
restaurante donde se ubicaba Pedro y Luis, y apuntando a su mesa, descargaron
los tres hombres sus armas. Pedro salió ileso, aunque esto lo marcó, al ver a
su mejor amigo recibir todas las balas, al ubicarse en frente de él, a espaldas
de la puerta en la que los delincuentes irrumpieron. Versiones oficiales dirían
que era producto de un rechazo a pagar un cupo, pero desde hace meses tanto
Pedro como Luis sabían que él estaba en la mira de los altos mandos, ya que en
su alta posición, tenía acceso a documentos clasificados, “algo así como un
confidente” según Luis. Pedro habría descubierto a su “compañero” espiando un
día en la oficina de Luis, donde habría una discusión acalorada con uno de los
inversionistas más importantes y Luis, haciendo estallar al sujeto, que se
retiró enfadado de la oficina.
-Pedro- se escucha como un
susurro, que crece con el tiempo. –Pedro…-
-¿Quién está allí?- responde
Pedro, sacado de su pensamiento súbitamente.
-¿No me recuerdas, Pedro?
-¿Cómo podría recordarte?
¿Acaso te conozco?
-Deberías, Pedro, deberías.
-Por favor, muéstrate.- decía
Pedro con desconfianza, pero manteniendo la compostura.
-Mi voz es la única
manifestación que tengo, puesto que carezco de cuerpo material o manifestación
alguna; resido en tu mente, soy tu juez y tu verdugo.
No
podía creerlo. Pedro estaba confundido y sorprendido de la presencia de aquel
ser que se hacía llamar “juez y verdugo”. “¿Quién se creía que era para juzgar
a otros?” pensó.
-No juzgo a nadie más que a
ti, Pedro, porque yo he estado contigo desde que tienes razón; te acompañe en
tus años de juventud, y aun cuando me abandonases e hicieras algo, yo era quien
hacía que te arrepintieras.-Pedro siente como si la voz proviniera de su
interior, pero a la vez de su exterior, con una fuerza impotente- ¡Y hoy he
venido a ti no como una sensación de culpa, sino como tu otro yo, tú serás tu
propio juez y tú mismo te evaluarás, como siempre ha sido! ¡Hoy, en la espera
de tu muerte, juzgarás tus acciones y las consecuencias que nunca intentaste
asumir!
-¿De qué hablas? ¿¡Voy a
morir!? Pero…- la voz de Pedro empieza a flaquear a medida que habla- si estaba
bien al salir de la fiesta…
-Eso crees, Pedro.- responde
la voz- pero ni siquiera te has molestado en recordar tus últimos momentos.
¿Cómo has actuado con los que estaban a tu alrededor?
- No creo que haya sido bueno
con aquellos en la fiesta…- Pedro intenta recordar, pero solo se da cuenta que
estuvo aislado, incluso su novia se habría separado para hablar con sus
conocidos en la fiesta. Ni se molestó en saludar a aquellos que lo ayudaban
siempre que podían.
- Bien, Pedro, ya empiezas a
recordar, dime qué más recuerdas.
- Era medianoche. La fiesta
llegaba a su clímax y yo habría entablado una conversación forzada con otras
personas, como para no sentirme apartado, que me alejaba de las personas. Acabó
la fiesta y me dirigí hacia ella, siempre deslumbrante ante mis ojos, y le ofrecí
llevarla a casa para evitar algún peligro. Sorprendentemente fue la primera vez
que me sorprendí desde que empezamos a salir. Evitábamos encontrarnos en áreas
residenciales, para evitar alimentar aquellos chismes y calumnias que inundaban
desde hace meses en la oficina, en su mayoría indecorosos entre los hombres que
me rodeaban.
Salimos
en el carro y a medio camino, empecé a sentir mareos, como si todo a mi
alrededor se moviera aleatoriamente. Aceleré más. Esa sensación al acelerar, me
llenó todo lo que la fiesta me había dejado vacío, sentía la adrenalina en mi
cuerpo, aquella sensación de triunfo e invencibilidad. Entonces me percaté de
algo: Ella estaba asustada e intentaba hablarme desde que empecé a acelerar,
pero por alguna razón su voz no llegó a mis oídos. Allí fue donde me di cuenta
que algo no estaba bien, pero seguí. Fue entonces cuando cambié de carril
intentando pasar un par de autos cuando todo a mi alrededor se volvió oscuro y
negro, justo como el ambiente que me rodea.
-Ya debes saber lo que te
sucedió, ¿no Pedro?
-Debí morir. Solo debí ser yo.
-Exacto. Pero aun así, tu
sentimiento de egoísmo influyó a los que estaban a tu alrededor. Creíste toda
tu vida que tus decisiones solo te afectarían a ti. Y siempre te engañaste, aun
con la respuesta frente a tus ojos.
-¿A qué te refieres?
-En tu accidente, no solo te
chocaste contra otro vehículo, sino que el coche que iba detrás del que
chocaste también impactó con el carro, lo que causó daños irreparables.
En eso se escucha en el
ambiente unas voces acompañadas de sirenas.
-¿Qué tenemos aquí?
-Es un choque múltiple.
Aparentemente un carro se salió de su carril e impactó a otros dos.
-¿Y qué esperan que no sacan a
las personas?
-Ya hemos sacado los pasajeros
del vehículo que iba detrás. Es increíble el daño que ha causado este choque.
-¿Y cómo están los pasajeros?
-Con demasiadas heridas. Si no
fuera por la bolsa de aire, tendríamos que llevarlos directamente a la morgue.
Aún creo que se pueden salvar.
-No. No puede ser.- Dice
Pedro, consternado por el ambiente y las voces que lo rodean.
-Vamos con los demás. Aún
quedan dos vehículos más. ¿Qué esperan, muchachos? ¡Muévanse!
Pedro escucha que las voces
bajan, como desvaneciéndose, abandonándolo en ese mundo oscuro que lo rodea. Y
como un susurro, escucha una respuesta inteligible.
-¿Acaso sabes cómo están?-
Pregunta Pedro aún impactado por las voces que escuchó.
-Soy solo tu conciencia. Solo
sé aquello que sucede frente a ti. Incluso aquellos detalles que tú ignoras, yo
los guardo. Los pasajeros que iban en el carro posterior fueron llevados a un
hospital distinto al tuyo. Eran una pareja que no llevaría ni un año de
casados, acababan de regresar de su luna de miel cuando…
-No- Susurra Pedro- No, no
puede ser- Su voz tiembla más con el tiempo- ¿Por qué tuvo que pasar esto?
-Todavía no acaba, Pedro.
Faltan aquellos que chocaste. Demorarían tres horas más de lo que pasó para
sacar a la familia que iba en el vehículo que impactaste. Tú has sido llevado
al mismo hospital donde está la familia.
-¿He sido llevado? ¿Acaso no
estoy muerto?
-Ahorita mismo estás en una
camilla de cuidados intensivos. Aunque tus signos vitales son estables, no
muchos creen que vayas a regresar y esperan lo peor.
-¿Podré volver?
-Todo a su tiempo, Pedro.
Tendrás la oportunidad de volver cuando sepas todo lo que causaste,
enfrentándote a ti mismo por tus errores que cometiste.
-¿Qué pasó con la
familia?-Preguntó Pedro, armándose de valor para afrontar lo que le espera.
-La familia llegó al hospital
junto contigo… -Comenzó la voz.
En eso se escuchan voces
diferentes, como la vez anterior, inundando el ambiente oscuro que le rodea.
-Tenemos que apresurarnos, ¡no
tenemos mucho tiempo!- Exclamaba una voz grave y fuerte.
-¿Qué ha pasado? ¡Muévanlos al
interior! ¡Hagan espacio! ¡Vamos, muévanse! – Mandaba una voz aguda,
probablemente una mujer.
- Sí que es una situación
caótica- comenta la voz- Y vaya momento en que se armó.
-Llamen a todo el personal.
¡Estamos perdiendo al hombre!- Exclama la voz grave.
-¡Estabilícenlo!- Grita la voz
aguda.
-¡Ha perdido mucha sangre!
¡Está convulsionando!
En eso se escucha un pitido
que resuena en la oscuridad nefasta.
-¡Apresúrense! ¡Aún podemos
salvarlo!- La voz aguda empieza a desfallecer junto con el pitido, hasta solo
quedar otra vez con el vacío de aquella oscuridad funesta.
El
silencio invade lo que parecería minutos, pero que en Pedro serían horas.
Desorientado, no sabe cómo reaccionar frente a todas las emociones que lo
embargan. Siente tristeza por lo sucedido, pero la a vez lo embarga una felicidad,
de no haber sido aquel hombre desafortunado, reemplazada con la culpa por
producir aquel accidente.
-¿Qué pasó al final?- Pregunta
al fin Pedro.
-Según los médicos que te
atienden, la madre acabó con heridas en el cerebro, yace ahora inconsciente pero
se recupera. En cuanto a los niños, ellos acabaron con fracturas en brazos y
piernas, pero nada grave. Acerca del esposo…
-Falleció, ¿verdad?-
Interrumpe Pedro, aún con esos sentimientos luchando por una supremacía en su
interior.
-Veo que eso te alegra. Bien,
eso demuestra tus ganas de seguir viviendo. Falleció, es verdad, pero recobró
su consciencia al final, pidiendo perdón a su esposa para luego fallecer.
-¿Y la que iba a mi costado?-
Pregunta Pedro, intrigado e impaciente a medida que los sentimientos de
tristeza, amargura y culpabilidad le invaden.
- No se le halló en ningún
lugar.-Recalca la voz.
-No puede ser, ella estuvo
ahí, en el asiento de copiloto.- Recalca Pedro.
-¿Estás seguro?- Preguntó la
voz.
Un último recuerdo le invade,
tan súbitamente como un rayo: Ella, asustada, se habría lanzado del carro
cuando este empezó a acelerar. Aunque algo extremo, ella lo consideró como tal.
Lo último que habría escuchado sería: “Tenían razón. Desde que murió Luis,
empezaste a perder la razón. Aún si sobrevivo, este es el adiós. Cuídate.”
…
-Ahora ya no importa nada. –
Dice Pedro, apático de todo aquello que le rodea.
-¿Estás seguro?
-Ya no tengo a nadie allá.
Maté a una persona, quién sabe lo que le pudo haber pasado a los esposos. Ya no
me importa.
-Vaya cobarde. ¿Piensas
escapar de todo aquello que te causó mal? ¿Crees que la vida acabó porque ya no
tienes nadie a tu lado?
Unas voces inundan el
ambiente, suaves a la vez que agudas, probablemente los niños que estaban en el
hospital.
-Trae por favor a mamá con
nosotros, que no se vaya. ¡Por favor! ¡Haremos lo que sea!
Las voces, por última vez,
desfallecen dando lugar al silencio ominoso.
-¿Qué debería hacer? –
Pregunta Pedro.
-¿No tienes tú la respuesta?
-Ya entendí…-Responde Pedro-
Pero una condición...
-Que no hables más…- Finaliza
la voz.
__________
-¿Dónde estoy? ¿Qué es este
lugar?
-¡Dios mío!- exclama un
enfermero- ¡Ha despertado! ¡Ha despertado!- Sale corriendo anunciando a pleno
pulmón.
Momentos más tarde, ingresan
tres médicos, acompañados de un oficial y se dirigen a su cama…
-Nos gustaría hacerle unas
preguntas.-Comienza el doctor- será rápido.
-¿Puedo hacerles una pregunta
antes?
El policía muestra un signo de
antipatía, que es rechazado por uno de los médicos pidiendo guardar silencio.
-Adelante. – Responde el
doctor, siempre con un tono y gesto amable.
-¿Quién soy?
____________________________________________________________________
1. En: Bacon. Retratos y autorretratos
Editorial Debate, Madrid, 1996
Edición original: Bacon. Portraits et autoportraits , Les Belles Lettres, 1996
1. En: Bacon. Retratos y autorretratos
Editorial Debate, Madrid, 1996
Edición original: Bacon. Portraits et autoportraits , Les Belles Lettres, 1996
No hay comentarios:
Publicar un comentario